10 de Agosto 2023 / Artista: Margarita Gutiérrez
Margarita Gutiérrez, lleva más de cinco décadas ejerciendo su oficio activamente por medio de exposiciones individuales y colectivas. En los años ochenta participo en el salón Atenas y ha sido una importante representante del arte abstracto colombiano. Fue discípula de Ana Mercedes Hoyos, Manuel Hernández y Momo del Villar entre otros.
Pensar el Mar, se titula la exposición que reúne el trabajo de sus últimos dos años. Margarita continua su inspiración en la naturaleza, su línea geométrica y orgánica, con un manejo impecable en composición, color y factura.
“Esta exposición rinde un homenaje al mar,” dice la artista. Lo transforma en una metáfora potente por medio de un proceso creativo intenso. La relación con su proceso creativo cambia mientras recorre y entiende el paisaje marino. Sus límites se amplían en estos lienzos de gran y pequeño formato para permitir oír el mar, sentir su ritmo y ver su infinidad de colores.
La exposición muestra su gran calidad pictórica haciendo evidente la destreza que ha logrado como resultado de su largo recorrido profesional. Estos oleos sobre lienzo reafirman el oficio de la pintura y celebran el género del paisaje.
Margarita Gutiérrez es una de las principales exponentes del Arte Abstracto en Colombia, reconocida por sintetizar las formas de la naturaleza en figuras abstractas. Su trayectoria artística oscila entre dos tendencias que se dieron en Colombia en el siglo XX; la primera, racional y geométrica y, la segunda, gestual y expresionista. Así, las pinturas que componen “Pensar el mar” articulan los diferentes movimientos y estilos que han cruzado su camino, ya sea por sus profundas investigaciones, los lugares que ha habitado o algunos viajes que han influenciado su trayectoria artística.
Las referencias iniciales que Margarita tuvo fueron sus maestros de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Hernando “Momo” del Villar (1944 – 1989), Feliza Bursztyn (1933 – 1982), Ana Mercedes Hoyos (1942 – 2014), entre otros. El Momo del Villar la impulsó constantemente en su quehacer como pintora, asimismo, la introdujo al Hard Edge para explorar las transiciones de color a través de contrastes. Por su parte, Ana Mercedes Hoyos, quien fue su directora de tesis, le mostró nuevas posibilidades en la pintura y la abstracción de las formas en un paisaje visto desde diferentes perspectivas.
En los años ochenta, Margarita trabajó con el maestro Manuel Hernández, experiencia según ella: “reveladora por las diferentes maneras en que se pueden solucionar las pinturas de gran formato, donde las tensiones y los equilibrios entre las partes son definitivos para las obras”. En esa misma década descubrió las curvas, elemento que transformó sus representaciones de la naturaleza en figuras biomorfas que se pueden entrever en sus obras más recientes.
Mas tarde, dos viajes fueron fundamentales para revelar el gesto en su pintura. En 2016 recorrió Japón y al apreciar los grabados japoneses o ukiyo-e reconoció el uso de la línea como un elemento formal esencial para la construcción de los contornos de un paisaje. Por otra parte, en Washington D.C. se topó con Arthur Dove (1880 – 1946) y su particular manera de representación de formas indefinidas pero divididas por líneas curvas acentuadas. También, llegó a una postal de Milton Avery (1885 – 1965), algo que buscaba sin darse cuenta; una pintura sintética, muy atmosférica y con un colorido maravilloso. Lo
que derivó en una indagación de paisajes marinos de algunos otros artistas como Henri Matisse (1869 – 1954). A pesar de que el mar había estado presente en proyectos como “Fenecimiento y Naturaleza” (2005 – 2006) y “Desde el jardín” (2018), no se había considerado como un objeto de estudio central. Sin embargo, al observarlo y habitarlo constantemente en los últimos años, le dio una relevancia significativa como un cuerpo que da paso a la contemplación. En este sentido, el cielo y el mar diferenciados por un aparente eje horizontal que se transforma contantemente, se convirtieron en una excusa para explorar las herencias de la modernidad: las líneas gruesas, los trazos, las manchas y los chorreones, como traducciones de las experiencias de la artista.
El proceso pictórico comienza con dibujos esquemáticos donde se pueden reconocer los territorios, la vegetación, la arena y, por su puesto, el mar y el cielo. Posteriormente, los detalles de la naturaleza desaparecen, el color, el sonido y la cadencia del ambiente se trasladan al lienzo como abstracciones, nubes, líneas y pinceladas. La energía que tiene el trazo de alguna manera encarna la fuerza del mar que se despliega en capas y veladuras de color insinuando una analogía sobre las sensaciones que nos produce el mar. El lienzo es el espacio donde se da la traducción de las cualidades de los objetos observados en la cotidianidad. Los formatos pequeños de alguna manera no corresponden al espectro contemplativo, por esto, tomó tamaños más grandes y apaisados donde se da una nueva interpretación del paisaje, enfocándose en la luz de los astros; el sol y la luna, como cuerpos que se ciernen entre la claridad del amanecer y la oscuridad del atardecer. Introduciendo una reflexión profunda sobre el paso del tiempo y cómo se puede capturar el cambio en los objetos, las formas, los volúmenes y los colores en un proceso pictórico.
Los grandes formatos permiten una expresión más suelta y una libertad al explorar una paleta de color vibrante. La particularidad de las pinturas de esta muestra son sus vibraciones ópticas en las que se perciben figuras escondidas u ocultas que llevan a palimpsestos cromáticos. Lo anterior, alejándose de una representación mimética del paisaje, pero con una armonía prodigiosa entre las formas y el color. En la fluidez de la materialidad se encuentran formas abstractas desligadas de la belleza que invitan al espectador a trascender lo estético. “Pensar el mar” materializa un homenaje a los océanos al confluir movimientos, estilos y épocas que han creado un lenguaje abstracto profundamente rico; sin pasar por alto cómo en el trabajo pictórico resuenan los recuerdos y la memoria de los cuerpos que habitan el horizonte y nuestra relación con ellos siendo parte de un mismo espacio y tiempo.
Luciana Rizo